He dudado en abordar el tema; finalmente, no se si impulsado por el sindrome de estocolmo o qué demonios, he decidido entrar al trapo y aportar mi reflexión a la controversia suscitada por la publicación de dos escritos, cuyos autores son Beatriz Celaya y Antonio Gezuraga.
Celaya viene a decir entre otras cosas (…)»que es imposible hablar de cesta punta sin apenas mencionar Markina». Antes que eso también sostiene que «es del todo incomprensible que en Jai Alai Blues no se haga mención expresa, si no reiterada, de la Universidad de la Pelota».
Totalmente de acuerdo, nadie con el mínimo conocimiento de la cesta punta y su pasado dudará de la importancia de Markina y de su «Universidad de la pelota» como uno de los bastiones de la modalidad. Ahora bien, tan verdad es que Markina no lo ha sido todo en la historia de nuestro deporte.
Markina merece mucho más que una mención express o reiterada, mucho más que unos minutos de gloria en un documental. Markina se merece un monográfico, un apartado por su aportación al jai alai. Tal vez Jai Alai Blues no sea lugar apropiado para satisfacer esa demanda porque entre otras cosas, hágase la mención que se haga, los minutos que le quieran dedicar, no se hará justicia con los marquineses; imposible saldar la deuda.
Jai Alai Blues entiendo que surgió de la inquietud de varios jóvenes guerniqueses que han oído historias de pelotaris y vieron la posibilidad de contar un relato sobre un mundo prácticamente desaparecido. Decidieron como en su día lo hicieron con «Amerikanuak» relatar una buena historia que merezca la pena contar y haya un publico que desea conocer. Con audacia y aportando –muy importante– su visión particular. No desde la interpretación puramente histórica, academicista, sino desde la óptica artística. No creando un documental por encargo, más bien una mirada particular, rompiendo moldes, transgrediendo lo que puede ser un documental aferrado lo más estrictamente posible al rigor histórico y adentrándose en el terreno cinematográfico.
Jai Alai Blues es más una película que un documental. Utilizando personajes y escenarios, a veces, no basados en su importancia histórica, sino como medios eficaces para explicar un universo fascinante y desconocido para muchos dentro del colectivo y no digamos nada, fuera de él.
Si sirve el ejemplo, yo lo comparo entre libros de historia y la novela histórica. La primera no admite excusas, se tiene que adaptar a la metodología académica basada en la investigación y contraste de los hechos y actuar, lo más fielmente posible, como lo hace un notario. La novela histórica da más juego, admite licencias que el autor se toma en conveniencia, la historia es una aliada para contar una trama en la que la realidad incluida la ficción tienen cabida.
Jai Alai Blues es UN relato, «Frontoiko kontakizun bat». Jai Alai Blues no es la HISTORIA OFICIAL de la cesta punta. Esta mezcla de documental y película es un trabajo de AUTOR sobre la gran aventura de la cesta punta. En absoluto la versión oficial de la HISTORIA del jai alai. Yo es así como la entiendo. Y como a todo trabajo artístico hay que respetarlo, aunque no te guste el contenido y el resultado.
Me da la impresión que Celaya y Gezuraga no han entendido la diferencia, la filosofía entorno a Jai Alai Blues, y de ahí que se sientan heridos hasta tal punto de verter acusaciones fuera de contexto, producto del cabreo que les ha supuesto el ignorar a Markina dentro de la pelicula-documental.
Sostener como lo hace Celaya: (…) «es un documental que calla datos sin los que la cesta punta no puede ser concebida y aprovechar esas omisiones para mostrar al pueblo de Gernika como la cuna de la cesta punta, algo que como todos sabemos es de toda falsedad».
Por supuesto que Gernika no es la cuna de la cesta punta. Lo que es rotundamente falso es señalar que se hayan aprovechado para mostrar Gernika como la cuna de la cesta punta. Pregunto, en qué momento de la película se hace tal mención. ¿acaso la intervención de Diego Beaskoetxea o de Remen indican tal acusación? Que hayan utilizado el jai alai de Gernika como escenario en lugar del frontón de Markina sugiere implícita o explícitamente que la cuna de la cesta punta está en Gernika y no en Markina?
He visto en dos ocasiones la película. He conversado desde el inicio muchos minutos con Gorka Bilbao, el director del trabajo. No veo atisbos de tales acusaciones por ninguna parte. Manifestar que se hayan aprovechado para situar a Gernika en el mapa puntista como cuna de la modalidad, me parece falso.
La película es mucho más que esa supuesta rivalidad vecinal a la que hace referencia Celaya. Pretender llevar la discusión al terreno de riña entre vecinos con toque de batalla banderiza y, eso es lo que hace, es empobrecer el debate y sobre todo, mear fuera del tiesto.
Al final de su escrito Celaya, en tono condescendiente suaviza su discurso, reconoce y viene a decir: (…) Jai Alai Blues es muy original, innovador y desempolvante. Creo que puede ser el enfoque adecuado para captar la atención de personas que buscan algo más que la perspectiva tradicional histórica para interesarse por el deporte. El jai alai necesita renovarse. Necesita nuevas ideas, planteamientos renovados y nuevos aficionados. Por eso, en cuanto a la forma del documental se refiere, les hago llegar una sincera felicitación y les animo a que sigan trabajando, como digo, de esa forma, pero no con ese trasfondo».
¿En qué quedamos?
Menos mal. Después de largar lastre en tono mas distendido reconoce lo que yo he intentado transmitir, ese «buscar algo más que la perspectiva tradicional histórica». El gran acierto, en definitiva, de Berde Produkzioak y lo que les ha permitido cosechar excelentes criticas por parte de críticos especializados y público en general.
En cuanto al escrito «La Mano que Mece la Cuna» por parte de Antonio Gezuraga, qué voy a añadir. No tiene desperdicio. El discurso viene a decir poco más o menos lo que ha expuesto Celaya. Es la continuación, la segunda parte de una argumentación basada en el ego colectivo herido por la ausencia de Markina en Jai Alai Blues.
Recurre a tocar la fibra, apela a la vía sentimental basada en la tradición y en la posesión de la esencia, el valor de lo identitario (recurso hábil para llegar a los corazones y lograr el aplauso fácil) para reivindicar la importancia de Markina primero, la del Ezkurdi de Durango y después, la escuela de Tolosa. Además de entrar en el terreno de riña vecinal con Gernika sobre quién ostenta el privilegio de ser la cuna de la cesta punta. Nosotros somos los auténticos: «¡Gora gu ta gutarrak! Discurso talibán.
Gezuraga va más allá y valora el trabajo de Berde Produkzioak como «trilerismo documental». Una estafa, en una palabra. Voy a procurar no repetirme, sí diré que Antonio vuelve a caer en la misma zanja que Celaya. No han entendido nada. Rectifico, Celaya al finalizar su escrito si observa aspectos positivos del documental.
Gezuraga, nada. Erre que erre, con su exaltación de la importancia de Markina y Durango en la historia dela cesta punta, que, insisto, nadie en su sano juicio va a discutir. Cuando el acusa » a esas personas que creen ser el ombligo del mundo puntista e ignoran que ese mundo ya existía cuando ellos llegaron», paradójicamente se vuelve en su contra. Markina, Durango e incluso la escuela de Tolosa, no son el ombligo de la cesta punta, que es, lo que yo entiendo, lo que da a entender Gezuraga al machacar el trabajo de Berde Produkzioak, hasta tal punto de llamarles «trileros»; estafadores, en una palabra.
El mundo del jai alai ha sido diverso y complejo, difícil de reflejar en un trabajo de hora y media y satisfacer al personal. El jai alai ha tenido vocación universal más allá del «prado» de Markina-Xemein. Es decir, su proyección ha ido más allá de la aldea para convertirse en un fenómeno global.
Gezuraga no se conforma en violar el trabajo artístico de un equipo, una visión personalizada del mundo del jai alai; además, les acusa de utilizar dinero publico. ¿Tiene pruebas Gezuraga de que Berde Produzkioak en sus inicios se haya financiado de las arcas publicas? Si es así, cosa que desconozco, ¿qué tiene de malo? ¿La ayuda pública tiene que ser una camisa de fuerza para los creadores? Me da la impresión que es más bien un recurso facilón para reforzar un argumento que no se sostiene más que en la mala leche y en un ejercicio de demagogia descomunal.
Hora y media de narración y Gezuraga en su escrito de dos páginas no ve ni va más allá del «escándalo» que supone, estafa o trilería, la ausencia de Markina, Durango o la escuela de Tolosa. No existe nada más.
Por supuesto que Markina es más que «Lechu» en chancletas… Pero «Lechu» es un personaje nuestro, real, con un perfil de juguete roto que se ha dado con frecuencia en nuestro colectivo. La de «Lechu» en chancletas es un metafóra tremenda, una micro historia tragicómica con una fuerza cinematografica bestial. Al igual que la intervención de Angelito Ugarte, la viuda de Cazalis, la madre de los Elorduy, los mismos hermanos o Inclán. «Rayo», en Méjico. Robinson por la calles de La Habana vieja… Puro cine, «bigger than life» como me confesaba la critica de cine Begoña del Teso.
¿Un documental con presencia masiva de Markina, pecando por exceso más que por defecto? como sostiene Celaya. Sí, pero tal vez no en Jai Alai Blues. En otro estilo, más propio para centros de cultura locales o canales como en la «2» y no para salas de cine que funcionan con otros criterios.
Yo no soy el responsable de Jai Alai Blues, me limité a colaborar de manera altruista. Sin embargo, he visto como funciona el equipo por dentro. Son unos profesionales como la copa de un pino con un talento extraordinario, capaces de ofrecer una visión personalizada del jai alai y lograr, como he dicho antes, una respuesta del publico y critica especializada, que seguro ni en la mejor de las expectativas hubieran imaginado. Nos han dejado SU legado que es un regalo en estos tiempos de depresión, de Blues, en el que vive la cesta punta. Han hecho un gran esfuerzo y lo han hecho con cariño, con amor. Esencial para contar una buena historia.
Markina se merece mucho más que unos minutos de gloria en un documental histórico que se precie. En más de una ocasión me ha venido a la cabeza cómo es posible que una comarca que ha sido influenciada por la industria puntista, un fenómeno sociológico, no se haya preocupado por parte de las distintas corporaciones promoviendo, o bien, a través de becas o, incluso, la elaboración de un documental monográfico que recoja la demanda que en este caso hacen Celaya y Gezuraga a los responsables de Jai Alai Blues. Es una pena que las instituciones locales no salden esa deuda. Que haya tenido que ser la iniciativa particular, la extraordinaria labor, impagable, de Miguel Angel Bilbao, con su libro: «La cesta punta, los profesionales de la especialidad». O bien, su paisano José Agustín Larrañaga, autor de la publicación de varios libros sobre pelotaris puntistas, los que han intentado llenar un hueco. Esa pasividad demuestra deslealtad y falta de sensibilidad hacia una comarca.
Es ahí, en mi opinión, donde deben de ir dirigidos los tiros de Celaya y de Gezuraga, y no exigir responsabilidades a Berde Produzkioak.