Nuevas revelaciones en el caso Café-Cloty

Nos habíamos citado en Casa Vergara. Haríamos una ronda de pinchos y después iríamos a Café-Cloty para interrogar a la dueña. Desde que Garro pidió el traslado de Amoroto a Donostia, hacía tres meses, a la comisaría de Gros en concreto, no había mañana que no hiciera el mismo recorrido: Casa Vergara, Hidalgo, Senra… una docena de pinchos, media de txakolís y se iba a echar la siesta a la comisaría. Y, de paso, a reflexionar sobre el caso que tuviera entre manos. Continue reading

Aparece un cadáver en el Café-Cloty

A eso de las diez de la mañana caminaba por la calle Berminghan cuando vi pasar varios coches de la Ertzaintza a toda velocidad y con las sirenas a todo meter. Doblaron por San Francisco a pesar de ser peatonal y a los pocos segundos los perdí de vista.
Apresuré el paso y el corazón me dio un vuelco al comprobar la cantidad de patrullas y el gentío arremolinado en los alrededores de Café-Cloty. La policía había justo acordonado la zona y la cantidad de curiosos iba en aumento.
A empujones y codazos fui abriéndome camino entre la gente hasta llegar a la cinta policial. “Ha aparecido un hombre muerto dentro de la cafetería”, oí cómo le decía una señora mayor a otra de su misma edad. “Válgame Dios ¡qué horror!”, santiguándose. Continue reading

Misterio sin resolver en Café-Cloty

Mi querido Bandini
Hace tiempo que no te escribo ni tengo noticias tuyas. Imagino que andas enfrascado en la revisión de tu novela: “Un año pésimo”. Sé que no me lees porque no tienes tiempo para leer majaderías, cosas insustanciales, historietas para antiguos colegas más que para literatos como tú. Dame tiempo, Bandini, dame tiempo. Llegará el día que escriba algo de tu halago y pase a la posteridad.
Como no lees lo que escribo, te voy a resumir una historia que me sucedió hace unos cuantos días. Continue reading

¡Sorpresa en Café-Cloti!

Atravesé la plaza Cataluña bajo una fina capa de lluvia —las agujas del reloj de la parroquia de San Ignazio marcaban las cinco de la tarde— y me adentré en la calle San Francisco cuando empezó a caer una tromba de agua; el temporal, al que llamaron Filomena, seguía sin dar tregua. Busqué refugio en la primera cafetería que vi y entré a ciegas como el montañero sorprendido por una ventisca que se adentra en la primera borda que encuentra. Continue reading