¡»Ostia qué jevi»!

Para cuando nos sentamos el marcador señalaba 9 a 8 a favor de los colorados; en un abrir y cerrar de ojos se fueron hasta el tanto doce, un par de diabluras de Arbe fueron suficientes para que el de Markina y su compañero, «Pitcher» Erkiaga (su derecha me trae a la memoria la postura de un pitcher del béisbol) se llevaran el set. Se dieron la mano con sus rivales: Moresmeau y Leo. Este gesto me sacó de dudas. Había finalizado el partido. Un señor de Madrid, a mi lado, me confirmó que era el segundo juego. El partido había terminado. Estas cosas pasan cuando llegas tarde al frontón.

La culpa de nuestra tardanza se debió a que en pleno agosto el trafico por la autopista hacia Irun es infernal. Largas caravanas de emigrantes enfilan hacia el norte de Europa (cómo han cambiado los vehículos de los emigrantes, aquellos peugeot y mercedes destartalados portando sobre labaca un descomunal equipaje, han pasado a circular con vehículos de alta gama, flamantes mercedes y bmws con portaequipajes impecables. El poder adquisitivo de esta gente ha aumentado considerablemente las ultimas décadas).

Cuando habíamos pensado que los obstáculos estaban superados, nos encontramos que el parking auxiliar del Jostaldi (una campa de hierba) estaba ocupado por el Gran Circo Italiano («Bravo- Bravissimo», «El Hombre Laser»…) con sus carpas, caravanas y enormes trailers.

Anduve vagando por el espacio de diez minutos a la búsqueda de un espacio de parking hasta que lo conseguí enfrente de un bloque de viviendas de protección oficial a un kilómetro del frontón. Había perdido un tiempo precioso y sobre todo el primer partido, ya que tenia interés en ver jugar a Arbe, un delantero que ha irrumpido entre los profesionales y a tenor de la campaña de verano, se va haciendo un hueco entre gente experimentada. Un delantero a seguir.

22 grados de temperatura en Hondarribia, una noche de verano que invitaba a salir de casa y a disfrutar de los últimos días de agosto. Arriba hacia el monte Jaizkibel la cúpula iluminada de la ermita de Guadalupe vigilaba la bahía de Txingudi.

12 «pesos» por barba con derecho a un plato de marmitako y trago de txakoli servidos en recipientes de plástico, es lo que pagamos por entrar al frontón a presenciar la final del World Jai Alai Tour.

Las gradas casi llenas, costaba encontrar un par de asientos libres. Público variopinto. Mucho veraneante, familias con niños, parejas, señoras y señores en la tercera edad. Mucho pantalón corto. Un speaker quiero-y-no-se amenizando la velada con unos cortes de música atronadores entre tanto y tanto. Me gusta la música como elemento amenizador pero con un criterio, no poner por poner porque entonces la supuesta música se convierte en ruido, y molesta. El anunciador (por llamarlo de alguna manera) insertaba comentarios, frases hechas «txalo bero bat»… «Azken sakea»… el chico como un pulpo en un garaje hacia lo que podía a través de una megafonía que dejaba mucho que desear.

Los duelos entre Olha y Enbil contra Egiguren II-Txasio son unos partidos igualados en los que siempre acaban ganando Egi y Txas, pase lo que pase. Lo hicieron en Donostia y lo consiguieron en el Jostaldi de Hondarribi. Y lo harían en Wisconsin de haber frontón allí.

El guión aunque con final idéntico fue diferente al de Donostia de hace un par de semanas. El primer set lo ganaron Mikel y Txasio, 15 a 10, sin grandes alardes de juego. Olha estuvo correcto; fue Enbil, el caballo de guerra el que no estuvo a la altura que nos tiene acostumbrados. Falló alguna pelota clara, unos palos a la mano, que fueron cruciales para que perdieran el set.

Nada más terminar la primera manga, las gradas quedaron semi desiertas, en la búsqueda del plato de marmitako.

Segundo set. Detrás nuestro, una cuadrilla de veraneantes (por los comentarios) seguían con interés el partido). En uno de los tantos largos, tras un salto por la pared de Enbil, uno de ellos (no le veía la cara) exclamó: «ostia qué jevi». Lo cierto es que ante un publico veraneante como el que se concentra en el Jostaldi, los saltos, los rebotes al suelo… son la sal y la pimienta del jai alai. Añadiría algo más, estos lances espectaculares del juego son los que ha contribuido a que esta modalidad haya sido tan bien acogida en cualquier parte del mundo. Hondarribi, los festivales de verano de cesta punta se parecen cada año que pasa más a los festivales de la otra cóte.

Al finalizar la función, Lertxundi, el que fuera buen delantero en la época de los años sesenta, ahora en funciones de pelotero para Jai Alive, me confesaba: «Este frontón en el futuro va a a ser una gran plaza para la punta». Vista la progresión desde sus inicios hace unos pocos años, el Jostaldi se va asentando. Han encontrado con esta formula de «marmitako+pelota» el nicho de mercado que les permite atraer a un publico que hace bien poco ni se enteraba de la existencia de esta modalidad.

No hay glamour en las gradas, habría que buscarlo en la ópera o en las gradas de Roland Garros, no en el Jostaldi. En este frontón imperan el pantalón corto y las sandalias (la riñonera está pasada de moda). Hasta el mismo Director de deportes del Gobierno Vasco, el señor Jon Redondo, vestía sandalias cuando salió a la entrega de premios.

Se acercan dos abuelitas con un plato de marmitako humeante en las manos, caminan lentamente, no sea que desparramen la cena en el cogote de un espectador, se sientan delante nuestro. La verdad es que tiene buena pinta y mejor aroma.

De la fila de atrás llegan más comentarios: «el defensa rojo (se refiere al zaguero, a Txasio) es el mejor. Mirar como lanza la bola». Txasio busca la ultima losa y la pelota se eleva a la altura de la ermita de Guadalupe sin que toque la red; el paredón es mayúsculo así como la respuesta de Olha de rebote de revés: «Ostia qué hevi», dice uno de ellos.

Egiguren II le saca chispas a su rebote de revés. Aprovecha que la pelota sale mucho de rebote (curioso porque por lo demás las pelotas sin ser exageradamente vivas, de la pared de rebote salen como balas). El donostiarra suelta los brazos y manda la pelota hacia la zaga de semi escapada logrando de esta manera des colocar incluso a un zaguero experimentado como es Enbil.

«¿De qué estarán hechas estas bolas? (los madrileños). Los botes no siempre son iguales», tras una chula de Txasio (el defensa rojo).

Olha es un delantero fogoso, batallador, al que le cuesta dios y ayuda acabar el tanto. Delantero que no finaliza, delantero limitado. En cualquier época, a juegos o a 35 tantos. Por cierto, no se qué les pasa por la cabeza a los pelotaris al terminar el primer set. Pero en el segundo la cosa cambia. Los ganadores se relajan; los perdedores de la primera manga espabilan. El decorado cambia. «Se están dejando para disputar un tercer y definitivo set», es la voz de una de las chicas de la fila a nuestra espalda. Me da rabia el comentario pero hay que callarse, la suspicacia no conoce fronteras. Será algo universal, pienso entre mi.

Pues sí, va a haber un tercer set. Un pim-pam-pum pelotístico. Efectivamente, en menos de que te metes una cucharada de marmitako en el gaznate, los colorados hacían 5 tantos por dos de los azules. Mucha igualdad en estas dos parejas para acabar siempre ganando los mismos: Egiguren II y Txasio.

«Ostia qué jevi».

La final del World Jai Alai Tour había terminado con Egiguren II y Txasio como ganadores, las cámaras de EITB lo habían transmitido en directo por la primera cadena. Caras sonrientes las de Iñaki Egiguren (Jai Alive); Jon Redondo (Gobierno Vasco); sonriente Palacios «Ogeta» (Consejo Mundial). Iñaki Sagarzazu (Ayuntamiento de Hondarribia). Colofón del primer Circuito (con ausencias) organizado por estos agentes.

Los veraneantes tenían razón: el jai alai es un deporte jevi, pero que muy jevi.

 

 

 

 

 

 

 

 

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