Trabajada victoria

 

En plena Semana Grande donostiarra el Balda se vistió de gala. No es que el recinto se quedara pequeño pero sí que la entrada fue importante. Da que pensar, a mi al menos sí. He asistido a media docena de festivales este verano, en la mayoría grandes entradas. Lleno total en Gernika en el festival pro- Calzada; el día del Carmen en Markina, rozando el lleno. Buenas entradas en el Balda, en la función final organizada por la Euskal Federazioa lo mismo en la final de ayer, la correspondiente al World Jai Alai Tour.

Podemos justificar las buenas entradas al reparto de invitaciones o que estamos en pleno verano o qué se yo. Cualquier justificación resulta irrelevante. Lo relevante es que hay un público que responde a unos estímulos que no van más allá de un poder de convocatoria muy modesto. Así y todo, puntualmente, pero, el público responde.

Es para tomarlo en cuenta. En un proyecto ambicioso donde no tengan cabida las divisiones, donde se pueda contrastar el juego de los mejores, en un contexto en el que el eco mediático fuera muchísimo mayor, a qué cotas de seguimiento se llegaría, esa es mi reflexión. Hay razones fundadas para el optimismo. El obstáculo principal está en otros lugares, en los despachos. Donde se toman las decisiones que favorecen a unos y perjudican a todos.

La final del martes de Semana Grande fue preciosa. Un gran partido para ver, para disfrutar. Cuando mezclas una maravillosa cancha con un material apropiado y buenos pelotaris: Ola-Enbil-Egiguren II-Txasio. Las probabilidades de asistir a un buen encuentro, aumentan.

Ola y Enbil salieron en tromba. Sobre todo el vasco-francés. Su juego es agresivo, de mucho arranque. Pega duro con el revés. Es un delantero peleón. Formó una pareja sólida con Gotzon Enbil. Dominaron el primer set sin problemas. 15 a 10. Los problemas vendrían después.

Egiguren II y Txasio presentaron batalla en la primera manga, resistieron pero no lo suficiente. En la zaga Enbil demostraba que está un peldaño por encima de Txasio. No es de extrañar. Enbil es una mezcla de caballo de guerra y de carreras. Lo ves jugar y transmite la impresión de poderío, un ritmo de juego sin altibajos y sin límites de tiempo. El primer juego los cuatro jugaron a un ritmo trepidante.

El sistema a juegos provoca -así me lo parece a mi– un cambio psicológico en el pelotari. Borrón y cuenta nueva. Un corto circuito en el sistema pero no un fin de trayecto. Empiezan de cero el segundo set. Los perdedores del primero aprietan, los ganadores se relajan. Ayer tarde más que relajarse Ola se quedó en balsa de aceite. Lo que comenzó en tsunami acabó en el segundo set en tormenta de verano. Se fue achicando como sí temiera acercarse al final, miedo a ganar, tal vez. El delantero correoso dejó paso a uno temeroso. Conforme avanzaba el set Egiguren II-Txasio se venían arriba, Ola se precipitaba hacia el abismo del tercer set. El de Zumaia, su protector, aguantaba el tipo sin bajar ritmo. Gracias a su enorme trabajo sujetaron el marcador y perdieron tan sólo por tres tantos.

Todo, la final del Torneo se la jugarían a cinco tantos. Es el sistema de juegos, ese que tantas filias y fobias provoca.

Desdibujado Ola. Muy motivados el donostiarra y Txasio, el sprint final fue para ellos. 5 a 2. Egiguren II a sus 37 años no desaprovechó sus oportunidades, remates a resto de saque y rebotes a atropellar. Txasio, su zaguero, mantuvo el tipo. Más que eso, dio lo mejor de sí mismo. Como buen especialista con el revés cuidó bien la chula y a menudo encontró esa zona tan codiciada por todo revesista: la pared chica.

Merecida victoria, trabajada. Enbil tampoco mereció perder.

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