Estimado Bandini. Antes que nada, decirte que me hizo mucha ilusión recibir tu postal de felicitación. Nada más y nada menos que de Los Angeles (California). ¡Cómo mola recibir noticias de un gran escritor como tú! From now on, don´t loose a minute. You never know what can happen next! (De ahora en adelante, no pierdas un minuto, nunca sabes lo que puede pasar a continuación), me escribías a modo de felicitación. Procuraré seguir tu consejo.
No sabes bien lo que me pasó hace un par de días. Sí, el día que cumplí 63 tacos.¡63, Bandini, 63 tacos!
Serían poco más de las nueve de la mañana. Mi hora favorita para leer el periódico mientras escucho mi disco favorito. Kind of blue, de Miles Davis. Porque como bien sabes, no me canso de escuchar música de jazz. Desde Italia, año 1971, aquellos días del 17, un club de Milan, donde escuché por vez primera esta clase de música, mi afición ha ido en aumento. Por cierto, un día de estos te contaré una historia que tuvo lugar en aquel club situado cerca del frontón. Un relato sobre una cantante de raza negra que con el paso de los años se convertiría en diva.
Pues sí, Bandini, a lo que iba. Estaba disfrutando de la paz matinal cuando me di cuenta que alguien miraba a través del escaparate de la tienda. Un tipo de aspecto frágil, delgado, gorro de lluvia y gafas de miope. Un jubilado de aspecto extraño. Vuelvo a levantar la vista del periódico y compruebo que sigue ahí, detrás del escaparate. Tiene los ojos cerrados.
Sigo observando y me quedo perplejo. ¡No puede ser! Lo he reconocido pero no doy crédito.
Venzo mi timidez y le hago señas para que entre. Mister Allen, do you mind? Levanta la cabeza y abre los ojos.
I was listening to your music, me dice en tono suave una vez dentro. No parece sorprenderle de que me dirija a él en inglés. Do you like Miles (Davis)?… le digo.
¡Oh! Miles”… Sure I do ¿Sabes cómo fue la grabación del disco (Kind of Blue)”?
No idea, le respondo. (Miento. Conozco una versión, contada por Urbano, el peluquero, mi vecino en la misma calle, Santa Bárbara. “Urban´s Pelukeria for Men”, reza el rótulo de neón las 24 horas, de noche parecen las luces de un puti-club de carretera. Urbano sabe una barbaridad de jazz y de blues. Cortarse el pelo con Urbano es una experiencia única, recibir un torrente de información mientras por los altavoces resuena la balada triste de los esclavos del Mississipi, solapando sus explicaciones).
Miles Davis juntó a un dream team el año 1959. John Coltrane al saxo. Paul Chambers, contrabajo. “Cannonball” Adderley, saxofón alto. Jimmy Cobb, batería. Bill Evans al piano. En apenas diez horas de grabación, Miles Davis se limitó a instruirles con unas líneas de escalas y melodías. El resultado fue espectacular. Uno de los discos de jazz más vendidos de la historia.
No llevamos más que un par de minutos juntos y parece que somos viejos conocidos. (Será la magia de la música como pegamento, capaz de romper barreras. La música motivo de conversación, como cuando hablo del tiempo con mis clientes).
Qué le trae por este barrio, le pregunto. Santa Barbara (Altza)… Un barrio periférico, obrero, lejos del centro de San Sebastián, nada que ver con los escenarios que han escogido para rodar la peli. El Boulevard, Palacio de Miramar, hotel Maria Cristina… Parte Vieja.
Porque Woody Allen está en la ciudad para rodar una peli, llevan una semana de rodaje, y estarán (lo he leído en la prensa) semanas, incluso meses.
Con el temor de que decaiga la conversación —no todos los días tiene uno la oportunidad de conversar con un cineasta de la categoría de Woody Allen— le hablo de jai-alai. Si conoce la cesta-punta, ese deporte que se juega con una cesta y una pelota… Le menciono Florida, Connecticut…
Me mira dubitativo. Le señalo una cestita que cuelga de la puerta de entrada.
O, yeah! Of course! Vi el documental, ¿cómo era el titulo?… no puedo recordarlo… Jai-Alai Blues, le digo. “Eso es”! chasqueando los dedos. “Mi memoria… Ah!
¿“No ha desaparecido el jai-alai”?… ¡Nooó…! (me sale del corazón). Se sigue jugando en Florida, México, here in the Basque too…
Me alegro, me pareció un deporte fascinante, lleno de vida.
Mister Allen (no me atrevo a llamarle Woody todavía). Perdone el atrevimiento. Sería posible que incluyera alguna escena de jai-alai en su película, le digo, casi le suplico (yo mismo me sorprendo de mi atrevimiento). Julio Medem —le comento para pincharle— anda en ello. Va a rodar una película con el jai alai como trasfondo de su historia.
¿”Conoce a Medem”?
“Por supuesto. Un gran talento. Mi amigo Spilberg le ofreció rodar “Piratas del Caribe” y declinó la oferta. Lo mío es la comedia. El cine de Medem es más europeo, más bien escandinavo. Very intelectual”.
¿Sabes qué, Bandini? No me sorprende que Woody Allen conozca el cine que hace Medem. Esta gente del celuloide lo ve todo, 24 horas al día metido en el cine. Hace unos meses hice un curso de guionista, en Larrotxene (Donostia). Éramos un grupo de unos quince, (yo parecía el padre de todos). Me quedé extrañado de todo lo que sabían de cine aquellos estudiantes. La de pelis y series que conocían. De literatura no sabían mucho, pero conocimiento visual, estaban empapados. La juventud de ahora, Bandini, funciona así. No les da por leer libros, pero series y películas; todas.
Sabes que ni me acordé de mencionarle a Allen que cuando tenía 20 años estuve enamorado de Annie Hall. Ya te lo he contado en alguna ocasión. Ocala (Florida), año 1977, el Backstage, un club en el que aparecía gente famosa de vez en cuando. Estaba tan nervioso que ni se me pasó por la cabeza hablarle de una de sus musas. Le hubiera gustado.
Lo que sí le comenté fue que si le interesaba le podía hacer de cicerone por los frontones. Comer marmitako en Hondarribia después de ver un partido. Pasear por San Juan de Luz. Ir a Gernika y de paso hablar con Zigor, Gorka, Hanot…gente del documental”…
Le entrego una tarjeta. Me puede llamar a cualquier hora del día (y de la noche), le comento. Cicerone de Woody Allen por Hondarribia, Gernika… donde haga falta.
Me extiende el brazo, le doy la mano. Nice meeting you, me dice. It´s been a great pleasure, le respondo. Suena por el altavoz “Flamenco Scketches”, una de las piezas del memorable disco: Kind of blue, las notas intimistas de la trompeta de Miles se expanden como volutas de humo abriéndose paso en el espacio, incitándote a cerrar los ojos y disfrutar de su embrujo. Mientras, Mister Allen se aleja por la acera, con aire de genio despistado. La última imagen de él es pasando justo por la entrada de la peluquería de Urbano, antes de perderse en el paseo de Alza.
Si me ven por las gradas de algún frontón, con un tipo bajito, de aspecto frágil, aire despistado, gorro de lluvia, pantalón franela, sepan que se trata del gran Woody, y no de un impostor. No le den demasiado la tabarra. No sea que largue del frontón y no quiera saber nada de jai-alai.
Gracias a tí, Bandini, por tu felicitación y lo mismo al resto de amigos.
Un abrazo a todos.