Guillermo y el Duque de Marigny

Guillermo estaba atravesando una mala racha de juego, cada vez jugaba peor y andaba desesperado. Su aventura en la pesca de tiburones en Cayo Largo había sido una experiencia fallida y físicamente estaba deshecho. Un día conoció a través de Ernest Hemingway un personaje con el que hizo buenas migas desde el primer momento, un tipo de dos metros de altura y gran deportista. Fred de Marigny, de origen francés, se hacía llamar: duque de Marigny. El aristócrata se convirtió rápidamente en incondicional admirador de Guillermo. Iba a verle a todos los partidos que le programaban en el Jai-Alai de La Habana. Con cada derrota de Guillermo el duque de Marigny sufría. Éste le hizo saber que todos sus males se debían a que tenía todos los músculos agarrotados y el cuerpo intoxicado. Le propuso un régimen de vida especial.

Guillermo tenía que verse muy mal porque se puso a su disposición, como nunca lo había hecho, «como un esclavo», en sus propias palabras. Todas las mañanas el duque acudía a casa de Guillermo y le hacia levantarse de la cama para ir a caminar y después hacer unos «curiosos ejercicios gimnásticos». El duque le impuso un régimen de comidas especial a base de jugos y carne asada, nada más, la bebida «ni olerla». Al cabo de mes y medio Guillermo era otra persona. Volvió por sus fueros de gran pelotari y no solo recuperó su juego sino que atravesó una de sus mejores momentos deportivos.

Como llegó a decir Pedro Mir años más tarde: «si Guillermo se hubiera cuidado, lo que hubiera jugado»… Resulta curioso escuchar semejante opinión de los labios del intendente de Miami durante cinco décadas. «Mister Jai-Alai». como lo llamaban. El hombre que nació pegado al edificio del «Palacio de los gritos», que fue chico-pelotas primero, pelotari después; y finalmente, legendario intendente. «Si Guillermo se hubiera cuidado»…
Lo cual demuestra lo grande que fue el de Ondarroa, un superdotado que revolucionó la manera de jugar de los zagueros. A pesar de ser un «trasto», de llevar «mala vida»; en definitiva, de no cuidarse nada, llegó a jugar un mundo. Hace unos pocos años le pregunté a Chucho Larrañaga por Guillermo, si fue un golfo, su respuesta fue: «Fuaaaaaaá…! Guillermo no creía en nada».

Eladio Secades –uno de los grandes periodistas de Cuba y reconocido en toda Latinoamerica, escritor de crónicas sobre diferentes temas, béisbol, jai-alai etc.– alababa a Guillermo a pesar de no ser éste santo de su devoción. No es de extrañar ya que un figura como Guillermo con un juego imprevisible, capaz de lo mejor y de lo peor, no sería del agrado de un apostador, porque Secades a parte de escribir como los ángeles, apostaba en el frontón. Y, ya se sabe, el color de la traviesa condiciona emocionalmente. Era tan influyente como cronista Secades, que en una época que dejó de escribir de jai-alai porque no se arregló con la empresa del jai-alai (cobraba por escribir), dejó de hacerlo. La asistencia de aficionados al jai alai bajó en picado. El autor del celebre libro sobre Cuba: «Estampas», era la gran figura del jai-alai fuera de la cancha.

Estas son unas líneas escritas por Eladio Secades en «El Diario de la Marina» opinando sobre Guillermo el año, 1948, que se retiró otro gran zaguero como fue Paco Berrondo.

«La aparición memorable de Guillermo impidió que Berrondo fuese el zaguero más grande de su generación. Desde el principio Guillermo demostró que era distinto de todos los otros defensores de los cuadros graves. Llegaba al panorama del mimbre con las piernas más fuertes y más rápidas que ha dado el deporte. Pegaba y arrasaba, no tan sólo por su poder natural, que era inmenso, sino porque llegaba a la pelota con el impulso de una carrera loca y que multiplicaba el toque y el brío. Ni «Navarrete», ni Gutierrez, ni nadie se movía en la cancha como se movía Guillermo durante su reinado de omnipotencia indiscutible. Ellos esperaban la pelota y Guillermo, como un tigre hambriento, salía a buscarla. ¡Piernas y corazón! Rompió el ondarrés todos los moldes viejos creando una escuela propia y que puede considerarse revolucionaria. De embestidas, de desorden, de incursiones inesperadas a la zona de su delantero. Al terminar Guillermo, lo que ya parece inevitable, se habrá esfumado su estilo, sostenido únicamente por sus piernas de increíble resistencia y de un vigor fuera de lo vulgar… Guillermo ha sido, dicho en pocas palabras, un superatleta, un un superhombre».

Tras leer esta crónica de Secades sobre Guillermo no puedo dejar de recordar a otro superdotado: Chimela. Yo, claro está, no tengo más referencia del de Ondarroa que lo que nos han contado. Sin embargo, llegué a verle jugar a Chimela en sus mejores tiempos en el Principal Palacio de Barcelona –en el escenario donde más juego sacó Guillermo. La descripción tan hermosa que hace el escritor cubano bien podría adjudicarse a Chimela. Aquella manera de buscar la pelota a la carrera, la embestida y revesazo a tres metros sobre el fleje de abajo para ir como un obús a la chula, en línea perfecta. Qué hermosura haber sido testigo presencial y poder recordarlo y hacerme a la idea, también, del estilo de juego de Guillermo.

Guillermo recuperó su juego gracias al régimen de vida que le impuso el duque de Marigny, de quien se convirtió en gran amigo.

En realidad el tal duque de Marigny no pertenecía a la aristocracia, se hacía pasar por tal pero era un impostor con un pasado novelesco. El supuesto duque había sido justo antes de aterrizar en La Habana, recién expulsado de Bahamas después de haber sido absuelto en el juicio por asesinato de su suegro. el magnate de origen canadiense Harry Oakes, un multimillonario, dueño de las minas de oro más ricas de occidente.

El duque de Marigny se había casado con Nancy, hija del magnate, 14 años más joven que el duque, a escondidas cuando ésta cumplió los 18 años y en contra de la voluntad de los padres quienes veían a Marigny como un paria que sólo perseguía la herencia de los Oakes; la relación del duque con los padres de Nancy era tormentosa.

La mañana del 8 de julio de 1943 encontraron en su mansión de Bahamas a Harry Oakes brutalmente asesinado, apaleado, la cabeza ensangrentada, partes del cuerpo incineradas y el pecho cubierto con plumas.

Para sorpresa general, el duque de Windsor, Gobernador de la isla, comandó la investigación del caso. Se personó en el escenario del crimen, entrevistó a policías y trató de silenciar el suceso ante la prensa. Sin apenas evidencia alguna, Marigny fue arrestado; sin embargo, meses después, tras ser juzgado, fue absuelto. Se demostró que dos policías corruptos contratados por el duque de Windsor, venidos de Miami, habían manipulado las pruebas para inculpar a Marigny, a quien el duque de Windsor odiaba,

Tras el juicio y absolución de Marigny, el duque de Windsor se negó a reabrir el caso e incluso hizo las gestiones pertinentes para que el duque que fuera deportado de Bahamas.

El duque de Windsor, sospechoso de simpatizar con los nazis, presuntamente él y sir Henry Oakes estaban involucrados en una trama de blanqueo de dinero de procedencia nazi a través del banco continental de Méjico.

Stanley Gardner, creador del personaje Perry Masón, describió el caso Oakes como «el mayor misterio de asesinato de todos los tiempos».

¿Quién cometió el crimen? Para James Owen, investigador del caso, cualquier miembro de la cohesionada comunidad de las Bahamas de los años 40 pudo haberlo cometido.

Se creyó que Lucky Luciano y la mafia quitaron de en medio al magnate del oro, ya que sir Henry Oakes se negaba a que los casinos fueran implantados en Bahamas convirtiendo la isla en un paraíso de las apuestas.

¿Acaso fue un hechicero woodoo despechado porque el magnate se acostaba con su mujer? ¿Pudo haber sido algún socio suyo temeroso porque el magnate pretendía arruinarle?

¿Tal vez su esposa o fue el duque de Marigny? Múltiples especulaciones pero el caso quedó sin resolverse a la espera de la desclasificación de papeles de Scotland Yard y del FBI que aporten luz sobre «el mayor misterio de asesinato de todos los tiempos».

Fred de Marigny fue deportado a Cuba donde se alojó en casa de su amigo Ernest Hemingway. Fue en Finca Vigía, a través del escritor, que Marigny conoció a Guillermo, la química entre los dos «deportistas» fue total. Hasta tal punto que el supuesto duque (Guillermo así lo describe en sus memorias) le sacó del apuro cuando estaba con la soga al cuello, para el arrastre. Seguramente la única ocasión en toda su vida que Guillermo llevó una vida equilibrada. Se cuidó, se preocupó por su salud.
«Jugué a la pelota con alegría, sin el menor cansancio y, como la buena condición física es el todo en la pelota, recuperé la confianza y me crecí hasta desarrollar una de mis mejores etapas de pelotari. La empresa me aumentó el sueldo. Con el señor Arguelles hice un contrato verbal. Me interesaba de momento actuar con absoluta independencia».

El hombre que revolucionó el jai-alai, uno de los grandes de la zaga. El que jugó contra dos en el jai alai de La Habana, lo que hubiera llegado a jugar si se llega a cuidar. Lo hizo, pero por un breve espacio de tiempo, Con el duque de Marigny como entrenador. Un personaje singular, como el propio Guillermo.

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