¡Que no pare la música!

Lúnes 31, último día de octubre, un día otoñal maravilloso, el cielo azul limpio de nubes, la temperatura máxima de unos veintidós grados. Sin embargo, para cuando me acerqué a Gernika, hacia las cinco y media, la temperatura exterior marcaba dentro del auto, 16 grados. Se acercaba la noche de Halloween pero en Gernika se celebraba el «Último Lúnes de Octubre», día grande en la localidad foral, día de feria, minutos antes había escuchado por la radio que unas 140.000 personas se habían congregado en la villa, más de 300 puestos de frutas y verduras, a esto había que añadir la gran cantidad de puestos de «manteros» que veía conforme me acercaba a las inmediaciones del frontón.

La fiesta decaía, era evidente, veía cómo la gente buscaba sus coches o las paradas de autobús, avanzaba por la calle y a mi izquierda las choznas estaban siendo desmontadas, basura, montones de botellones y vasos vacíos por los suelos, restos de la batalla vivida y bebida durante el día.

A ver donde aparco, pensaba entre mi, menos mal que llegaba con suficiente tiempo. Después de dar varias vueltas aparqué bastante cerca de la «Catedral», dejando el coche subido al bordillo de la acera y rogando a Dios que los munipas fueran condescendientes con los forasteros en tal señalado día.

El breve paseo por la antigua carretera que lleva de Gernika hacia Bermeo fue un placer, la temperatura, la pisada sobre las hojas caídas de los arboles, qué bonito es el otoño pensaba entre mi.

Divisé al fondo de la calle una mancha de gente frente a la entrada del Jai Alai, faltaba casi media hora para arrancara la función, recuerdos de otros tiempos con mi bolsa y mis cestas se agolparon en mi memoria, recuerdos lejanos.

Me junté al grupo de la entrada no antes sin dejar de pasar por taquilla, diez euros, precio más que popular, una buena idea para permitir que todo tipo de bolsillo pueda acceder al frontón. Hay que esperar, no permiten la entrada. Saludo a Miguel Piedra, antiguo empresario del Ezkurdi de Durango, toda unas institución en su día, la familia Piedra, quedamos para que le entreviste dentro de una par de semanas, Miguel Piedra es pura memoria histórica en el mundo de la cesta punta, su testimonio, pienso, no puede quedar relegado en el olvido.

Abren la puerta y vamos pasando, nos agolpamos como con prisas como si fuera que dentro no hubiera sufiente espacio o que los primeros 300 espectadores tuvieran un reloj de regalo como en aquellos domingos de Bridgeport Jai Alai. Escaleras arriba y ya resuena la voz del espiker, la musica se hace notar, se iba hacer notar durante toda la función.

Los pelotaris del primer partido pelotean antes dar inicio al match. Hay varios camareros en la barra del bar, todo parece perfectamente organizado y sincronizado. El público va tomando asiento. El comentarista desde su mesa de operaciones no para de dar la bienvenida e informar de los pormenores de la performance de la tarde-noche. Varios altavoces enormes ocupan los puestos de los corredores de antaño, cómo cambian los tiempos pienso entre mi, decibelios a tope en lugar de los «cien coloraus» de los días de Miguel Piedra, de los mios.

A la espera de que de comienzo el partido telonero, si cierro los ojos me da la sensación de estar a la espera de un concierto de Led Zeppelin o de Pink Floyd, pero no acierto a identificar el tipo de música que se mezcla con los comentarios del espiker, por cierto, otro plus a la organización, el tratamiento linguístico es impecable, el euskera, predomina en todo momento, yo lo valoro.

Observo al público, hay de todo, gente mayor, parejas con y sin niños, gente jóven, la mayoría es gente jóven. Reflexiono, cómo se las han arreglado para atraer al frontón a este segmento de la sociedad, no es moco de pavo juntar a las tribus urbanas en forma de cuadrilla y hacer que vengan al frontón. Vienen de una fiesta a otra, pero podían haberse quedado hasta terminar exhaustos de fiesta. Pero no, están en las gradas de la «Catedral», en el gran día de la localidad, «Último Lúnes de Octubre», y como siga así el frontón va a estar a reventar. Jai Alai and Music, ¡»what the hell»!

Gonzalo, el hermano de Diego, el hijo de aquel otro pequeño gran pelotari que fue Gonzalo padre, domina el primer set (sorry por los puristas, el partido es a juegos). Le acompaña en la zaga Erkiaga II; enfrente, los «franceses» Olharan y Minvielle, este último, el clásico zaguero francés, segurito con un buen revés, como diría mi padre. Gonzalo es un pelotari eléctrico, remata fácil, se le ve a gusto en su cancha. Las diabluras que hace son recibidas por parte de las cuadrillas con silbidos y aplausos, se nota que es el pelotari local.

El primer juego lo ganan Gonzalo y Erkiaga II con olgura, 12 tanto a 7. Olharan, otro pelotari eléctrico, poco puede hacer. Menos Minvielle, que se limita a apañarse desde la distancia. El segundo juego es un calco del primero, es Gonzalo quien lleva la batuta, el que se lleva los aplausos, sobre todo poco antes de acabar el set. Un tanto peloteado que rubrica el pequeño de la dinastía con un costadillo de dibujos animados que lo hubiera firmado el mismísimo «Cacharritos» Alberdi en una de sus noches de gloria en el Miami Jai Alai. Ni qué decir que este tanto provocó el delirio en gran parte de unas gradas que conforme avanzaba el partido se llenaban de gente, haciendo presagiar lo que me temía: el gran llenazo.

Finalizó el partido con una explosión de gritos y aplausos, un 12 a 8, a favor de la pareja de Hegoalde.

«Música maestro» gritaba un señor en nuestros tiempos del «Palace» de Barcelona cada vez que se disputaba un buen tanto. La tarde-noche de Halloween, en la Catedral, la música resonó en casi todo momento. Y funciona, funciona porque la gente se anima, no hacía falta demasiado para animar a una gran parte de la gente que venía ya animada, pero hay algo en el ser humano al que la música sirve de pegamento contagioso y provoca lo que llamamos ambiente, un estado de ánimo colectivo de pertenencia y encaja perfectamente con los espectáculos deportivos. En su día el sonido de la pelota contra el frontis y el rosario de los corredores eran música para el oido. A día de hoy hace falta más, sobre todo para los más jóvenes y si queremos que el jai alai en este caso, funcione, hay que atraer a los jóvenes, es la garantía de ver el futuro con esperanza, aunque los puretas, carrozas y talibanes (donde yo mejor encajo seguramente) nos echemos las manos a la cabeza ante tanto decibelio.

Tras una pausa, volvió el show. Se apagaron las luces y al más puro estilo «Biarritz», uno a uno, los integrantes del estelar, de la gran «Revancha», como la venían vendiendo, fueron atravesando los pasillos de butacas hasta situarse en la cancha a la altura del cuadro ocho. Lo hizo primero Egiguren II, a continuación Enbil. Después fue Ormaetxea con la sonrisa de oreja a oreja el que bajó las escaleras mientras recibía una calurosa acogida e iba chocando palmas con muchos de los asistentes al más puro estilo NBA. Faltaba la estrella de la tarde-noche de Halloween, el mismo que se había desplazado días antes desde el D. F. de México: Imanol Lopez, el «Mariscal» del jai alai. El «José Tomás» de la cesta-punta.

Desfilaron y los presentaron acompañados de un estruendo ensordecedor donde se mezclaban los comentarios del espiker, los bafles a reventar y un público entregado que respondía con aplausos y silbidos, la locura en definitiva.

Ibamos a asistir a un gran partido, esa era la cuestión. Cómo iba a responder José Tomás, perdón, Imanol Lopez, era otra de las interrogantes. Mucho tiempo sin jugar, salvo ensayos y un torneo en Madrid hace unas semanas. Poco bagaje para enfrentarse a un pareja sólida como la que conforman Egiguren II y Enbil, los vencedores del Jai Alai World Tour. Además, donde y en la Catedral, la cancha más exigente para el pelotari de jai alai, donde se ven las virtudes y aparecen las carencias del pelotari, esa cancha magnifica donde triunfaron los grandes de verdad y otros, grandes también, escaparon del Jai Alai de Gernika y no la querían ver ni en pintura. En este escenario, en mi opinión, la mejor cancha que uno ha conocido para la práctica del jai alai, se iban a medir cuatro de las figuras de la actualidad, aunque una de ellas, la venida de Méjico, con las desventaja de venir sin temporada ni pretemporada ni casi nada, salvo con unos kilos de más. Tiene mucho mérito Lopez acercarse a la Catedral a sabiendas que le vamos a evaluar teniendo en cuenta que fue, hasta su retirada, el gran zaguero dominador, el mejor con diferencia. Un tipo de pelotari que en cualquier época hubiera sido uno de los grandes, más aún en el pasado, por la forma de jugar, porque hubiera aprendido hasta jugar lo indecible porque prestaciones, estando en forma, las tiene de sobra.

La tarde-noche de Halloween, sin embargo, dejó entrever a las primeras de cambio que la del lúnes fue una versión, un disfraz de Lopez, lejos de aquel grandísimo zaguero que encandilaba a muchos por su supremacía: el «Mariscal» de las canchas.

No podía ser de otra manera. Imanol Lopez no ejerció de José Tomás, «jugaré en pocas plazas, en las más importantes», había manifestado. De acuerdo, pero el jai alai no es el toreo. La cesta punta exige estar en la cancha de contínuo, prepararse a fondo. No hay secretos. Cuando uno aspira a dar espectáculo al más alto nivel, nada sobra. El jai alai tiene de arte, no tanto como el toreo, pero es más físico. Hay que ponerse el buzo y sudar y andar y cubrir cancha. Los grandes lo hacen y lo hicieron.

Lopez estuvo discreto en el primer set donde destacó Egiguren II ayudado por un correcto Enbil. Si habláramos de otro zaguero, tal vez diríamos que Lopez estuvolo… bien. Sin embargo, insisto, cuando uno hace todo en menor medida: pegar, meter pelota, cubrir cancha, difícilmente puede hacer frente a una pareja campeona como la que conforman Egiguren II y Enbil.

Ganaron el primer set 15 a 11 los guipuzcoanos. El presagio era que la «Revancha», el desafío iba a acabar en dos sets. Pero la noche de Halloween deparaba alguna sorpresa todavía.

Lejos de achicarse, de acabar a duras penas el segundo set y regresar cabizbajo a Méjico, Lopez, esta vez sin disfraz, echó mano a la casta y los recursos. Al pelotari hay que observarlo cuando va rezagado en el marcador, cómo responde, cual es su actitud. Igual que a los futbolistas hay que observarlos cuando juegan fuera de casa.

Fue a más el «Mariscal», no cedió. Fue asegurándose, llegando a rebote con el revés, empeñado a jugar de derecha durante el primer juego, entregando a placer la bola a Egiguren II, en el segundo hizo algo de daño, puntuaba. La maquinaria de otros tiempos en marcha aunque en otra marcha, un sucedáneo pero suficiente para sujetar el marcador. Dejando evidencia de su grandeza que aunque en una versión de segunda mano, era capaz de enseñar los bigotes a unos adversarios que se las prometían felices.

Lopez no solo resucitó, hizo algo más. Animó constantemente a su compañero que hasta el momento, como un niño travieso que se conforma en hacer alguna que otra travesura, unos remates de dibujos animados, le agarró del hombro y le habló al oido y le hizo ver que también las travesuras son compatibles con el ganar el partido. Entonces la pareja funcionó. Egiguren II y Enbil fueron eclipsándose ante el martilleo de Lopez y las filigranas del de Bermeo.

Se llevaron el segundo set merecidamente, 15 a 13.

La tarde-noche de Halloween marchaba a las mil maravilla. Magnifico el ambiente, tensión, emoción y calidad a ráfagas en la cancha. Qué más se podía esperar de un partido de exhibición.

El tercer y definitivo set no fue el esperado. Cinco tantos son poca cosa, ¿un cara y cruz? No lo creo, cuando se viene de disputar dos sets, el cansancio acumulado, faltaba el último acelerón.

Egiguren II y Enbil metieron otra marcha y cogieron a Ormaetxea y Lopez con el paso cambiado, en una abrir y cerrar de ojos consiguieron cincos tantos, sus adversarios tan solo dos.

Regresé a casa contento y feliz. En estos tiempos de transición del jai alai, es un lujo asistir y comprobar que hay maneras de que la cesta punta adquiera un lugar importante. Cuando se juntan una buena organización, unos buenos pelotaris –a destacar el compromiso de Lopez por desplazarse desde Méjico– el público responde, joven la mayoría, por suerte.

La experiencia de la tarde-noche de Halloween, lunes 31, último día de octubre, requiere otro análisis en más profundidad, me quedo con el buen sabor de boca y la sensación de ser un afortunado por vivir una tarde magnífica.

De regreso a Donostia en mi coche busque la emisora con la música más cañera, al fin y acabo la música anima, es contagiosa y ayuda a mantenerte despierto.

 

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