Misterio sin resolver en Café-Cloty

Mi querido Bandini
Hace tiempo que no te escribo ni tengo noticias tuyas. Imagino que andas enfrascado en la revisión de tu novela: “Un año pésimo”. Sé que no me lees porque no tienes tiempo para leer majaderías, cosas insustanciales, historietas para antiguos colegas más que para literatos como tú. Dame tiempo, Bandini, dame tiempo. Llegará el día que escriba algo de tu halago y pase a la posteridad.
Como no lees lo que escribo, te voy a resumir una historia que me sucedió hace unos cuantos días.
Caminaba por una plaza de un barrio de Donostia bajo una fina lluvia cuando, de pronto, empezó a jarrear con tanta fuerza que tuve que buscar refugio en la primera cafetería. Un lugar tranquilo, pulcro, atendido por una mujer de unos 50 años y el pelo negro azabache. Tomé asiento junto a la única mesa libre y esperé a que me atendieran. Dentro de la exquisita decoración percibí una lámpara en la que se podía leer: “Café-Cloty”. Deduje que ese era el nombre del establecimiento, al igual que el de la bella camarera. A escasos metros vi una pequeña estantería con unos pocos libros. Me levanté para hojearlos y cuál sería mi sorpresa al ver junto a los libros un almanaque (programa) del frontón Dania Jai-Alai del año 1966. Entendía lo de los libros, pero ¿un almanaque en ese lugar?

Cuando Cloty me sirvió la taza de té no pude resistir la tentación, le pregunté sobre los libros. “Son cosas de Zenón”, me contestó.
“¿Zenón?”, le repliqué, sin poder ocultar mi extrañeza. “Sí, un poeta que vive aquí cerca. Viene a menudo. Todos en el barrio lo conocen como: “Zenón de la Zurriola”.

La cuestión es, Bandini, que acabé ocultando el almanaque dentro del bolsillo de mi abrigo y largándome del café con el mayor sigilo posible.
Sin embargo, el misterio entorno al almanaque no hacía más que aumentar y no conseguía una respuesta plausible. “Si fue Zenón quién depositó el almanaque en la estantería. ¿Cómo fue a parar a sus manos? Era lógico que el poeta depositara autores de su gusto: Oteiza, Pelay y Maraña. Pero ¿un almanaque? ¿A quién le podía interesar hojear algo por el estilo salvo a un nostálgico como yo?

La respuesta me vino como caída del cielo cuando un tal Félix leyó mi anterior historia y, a través de las redes sociales, escribió lo siguiente: (…) “no comprendo que se haya olvidado usted de nombrar a Iñaki Pradera. Tengo entendido que Iñaki era amigo de Zenón de Zurriola, porque alguna vez les vi paseando por nuestra playa”…
¡Acabáramos! Cómo no se me había pasado por la cabeza que el almanaque en cuestión, su procedencia viniera de Iñaki, ilustre vecino del barrio, pelotari que en la fechas del almanaque jugó en Dania Jai-Alai con el nombre de “Ignacio”. Ahora encajaban las piezas. Iñaki Pradera se lo obsequia y Zenón, curiosamente, al cabo de los años lo deposita en Café-Cloty.

(Por cierto, un dato curioso en cuanto al apellido Pradera. Ha habido a lo largo de la historia del jai-alai profesional, hasta 15 pelotaris que han tenido como primer apellido: Pradera. La mayoría, salvo unos tres, nacidos en Markina-Xemein)

Volviendo a la historia, Bandini. La conexión entre Zenón e Iñaki Pradera, su amistad, tiene toda la lógica del mundo. El poeta y el pelotari retirado pasean por la Zurriola. Uno con gorra y bufanda camina apoyado en su bastón. Pradera con sombrero, chaqueta azul marino con doble botonadura, pantalón beige y pañuelo de seda al cuello. Caminan sin prisa, al fondo rugen las olas. Iñaki le habla de su paso por Orlando. De sus fiestas en Filipinas con Imelda Marcos y los Osmeña. Yakarta, donde a los 15 días retorna a casa… no le gustó lo que vio. Zenón escucha embelesado y toma notas mentalmente que luego utilizara en sus poemas y relatos. Toman ostras con champán en una sociedad gastronómica y acaban cantando a duo: Nessun dorma… El ¡vinceró...! final, resulta apoteósico.

Una pequeña confesión, Bandini, he vuelto al Cloty, sí. A la escena del hurto, y en más de dos y tres ocasiones. La primera porque, tras la revelación de Félix del origen del almanaque, soñé que Zenón, apercibido por la desaparición del programa, decidía depositar uno más, otro diferente; de Orlando, de Filipinas o de Yakarta.
Nada, Bandini, nada. Solamente encontré los tres libros del día anterior: Oteiza, Pelay y Maraña. Ni rastro de almanaques.
Absorto en mis pensamientos, la figura de Cloty atrajo mi atención cada vez con más intensidad. Con qué soltura se movía entre las mesas, el trato exquisito a los clientes. Sabes a qué conclusión llegué. Que Cloty en realidad no es una camarera que lleva en el lugar más de dos décadas sirviendo, sino mas bien una actriz de teatro en paro que debido a la pandemia y lo mal que está la cultura ha tenido que recalar en esta cafetería. Conforme la observo aumenta el hechizo y me voy olvidando del almanaque.

¿Y si Cloty fuera en realidad la musa de Zenón? Su amor platónico. Esa licencia por los libros… el brillo en sus ojos y el timbre de voz cuando pronunció el nombre de: “Zenón”… “Es un poeta que vive aquí cerca y viene a menudo”, me dijo en la primera ocasión. Mientras la observo siento envidia por el poeta. Si entrara en el local y me dijeran: “Mira, ese es Zenón”, no respondería de mi mismo. “Locura transitoria”, dictaminaría el juez.

A estas alturas ya sé lo que piensas. Tú me conoces y yo a ti también. Efectivamente, no he vuelto con la intención de encontrar más almanaques. No busco ya reliquias. Han pasado a segundo plano. Me quedo sentado junto a una mesa al fondo, cerca de la estantería de libros, y hago como si los leo, pero mi mirada la persigue por encima de las gafas, el libro como pantalla. Y cada vez siento mayor impotencia por no poder desvelar el misterio. El más que probable idilio entre Cloty y Zenón. Me comen los celos…
Mientras Cloty me sirve la tercera taza de té (cualquier pretexto es bueno) ¡ZAS! un rayo impacta en mi cabeza. Y si ando equivocado y resulta que no es Zenón sino Ignacio Pradera el que facilitó en su día el almanaque a Cloty y ésta… y el pelotari… ¡Santo cielo!… ¡Nooo!…

La hipótesis de Zenón causante del origen del almanaque se resquebraja. Volver a empezar. El caso sigue abierto. Tengo que seguir investigando.
Tú que opinas, Bandini. Interrogar a Zenón, ganarme la confianza de Cloty. O bien, nos cargamos a Zenón y que hable Cloty. Cualquier pretexto me sirve con tal de regresar a Café-Cloy.
Consúltalo, por favor, con Chinaski y me dices algo.
Un abrazo y espero visitaros en Bunker Hill (Los Angeles) una vez que acabe este “año pésimo”.

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