A la salida de la iglesia

Estábamos conversando cuando se nos acercó. Llevaba la cabeza cubierta con una visera: «es por no tener pelo»,  tocándose la gorra. Mientras subíamos por las escaleras que dan a la parroquia de Astigarraga nos largó un discurso de que había que hacer algo por la pelota, se refería a la cesta-punta. «El otro día vi en la tele el Kentucky Derby (famosa carrera de caballos)  y estaba el hipódromo a reventar. A mi no me digáis que no se puede llenar un frontón»… Menos mal que en pocos minutos estábamos dentro de la iglesia para darle la despedida a Josetxo «Asti» Isasa. Menuda chapa en poco tiempo. No le volví a ver… hasta después del responso.

Como es habitual en los funerales, a la salida nos juntamos y hacemos corro los colegas, los excombatientes, algunos nos vemos demasiado a menudo últimamente en este tipo de situaciones, hay otros que no has visto en bastante tiempo, tal vez en una de las «comidas del Chino» o ni eso. Estábamos conversando animadamente cuando se nos volvió a juntar de nuevo. «Dinero hay de sobra. Lo que hacen falta son proyectos. Hay que crear base. Darles a los chavales pelotas y cestas. Cogemos el frontón de México y a mi no me digáis que no metemos 500 personas en el frontón. Quedamos mañana al mediodía y hablamos, no, mejor a las nueve de la mañana».

Nos miramos los unos a los otros. Yo no sabía si entrar al trapo o callarme y aguantarme. El tipo lleva años distanciado de la pelota, dedicado a sus negocios. Ahora jubilado, tiene todo el tiempo del mundo. «Hay que sacar pelotaris, darles facilidades. A mi no me digáis que no se pueden llenar los frontones». Nos dirijimos a un bar próximo. No se me despegaba, dále que dále con el raca-raca. «Ideas, proyectos, regalar cestas y pelotas a los chavales»… Me encuentro con un antiguo conocido de Astigarraga, amigo de los Arruabarrena, de los Isasa, intercambio unas palabras con él. «Bakardadeak akatu dik Joxé». «La soledad le ha matado a Joxé (Isasa), me dice.

Tomamos un trago dentro, algunos se quedan fuera del bar. Recordamos viejos tiepos, hacemos unas risas. Nos vamos cada uno por su camino. Al despedirnos, el que tiene la solución para la cesta-punta, me dice: «cuando quieras quedamos en «facebook» y seguimos charlando». Agur, ondo izan.

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