Buscando a Guillermo nieto

Caminar por las calles de Ondarroa con Juanmari Iriondo es como caminar por el Vaticano con el Santo Padre. Ondarroa es el universo de Juanmari como Obaba lo es para Atxaga. Iriondo vive en Ondarroa. En un tiempo vivió en Manila y en Miami y en más sitios; pero seguía viviendo y ejerciendo de ondarrutarra y contagiando su pasión por Ondarroa.

Entre los pelotaris es Iriondo o «Papardo» de apodo. En Ondarroa, pueblo de apodos por excelencia, pertenece a la estirpe de los «Paletón».

Aparqué el coche junto al puerto. A escasos metros, en los muelles, la actividad era frenética, las embarcaciones de bajura descargaban cajas y más cajas de anchoa. Crucé la calle y junto a una rotonda cercana al puente de «Calatrava», le llamé por teléfono. Me respondió que en un minuto estaba allí. Le esperé frente a un bar, el Dzanga.

Lo vi llegar con una carpeta bajo el brazo. Teníamos media hora de margen para llegar a la cita. Caminamos por la Alameda hacia la iglesia. Antes entramos a tomar café en una de las tascas que hay en ese paseo.

Me enseñó unas fotos. En todas aparecía el gran Guillermo. Todas estaban tomadas en casa de Iriondo en Miami. Juanmari y sus esposa Maricarmen compartieron muchas vivencias en los últimos cinco años de la vida del «Milagro de la pelota». El matrimonio Iriondo no solo le dio cobijo al Ondarrutarra; le dieron algo muy importante, mucho cariño.

Proseguimos el camino, sin prisa, disfrutando del paseo por la Alameda. Me sentía como el acompañante de un hacendado que examina sus dominios. «Juanmari», le digo. «Donde estaba el frontón donde Guillermo hizo sus pinitos de pelotari, el «Guxurretxe». Me señala un bloque de pisos. «Ahí estaba el frontón. Txikise san», era pequeño, me dice. Hay que hacer un esfuerzo imaginativo tremendo para imaginar aquella Ondarroa de la niñez de Guillermo. Me fijo en las calles empinadas con sus escaleras e intento visualizar al «Monarca» lanzando la pelota escaleras arriba con su primera cesta, esperando que vaya cayendo la pelota para volver a tirarla hacia arriba una y otra vez.

«Juanmari», le digo. «Es curioso, Guillermo cuando iba hacia Madrid a debutar sus recuerdos van dirigidos a lugares típicos del pueblo, el puente, «zubizarra», la punta Arrigorri y sobre todo personajes célebres de su niñez. Uno de los que menciona es «Tex Richard»…

No me deja seguir. «Territxe», me dice (Tex Richard lo pronuncia Territxe). «A Territxe le conocí mucho. Vivía cerca de mi casa. Cuando yo jugaba en Gernika me acompañaba a menudo».

La descripción que hace Guillermo de Tex Richard es la de un personaje que no salía del frontón, al que le gustaba hacer apuestas curiosas. Al que le hacían un sinfin de bromas. El que se bebía todos los restos de los vasos de pattarra tras los partidos de pelota a mano, para después agarrar unas cogorzas de miendo.

Nazario «El chulo», todo presumido que se hacía pasar ante las chicas como un contratista hasta que una de ellas, a la que había conocido en fiestas de Markina, le vio desembarcar de un barco de pesca, en traje de faena, lejos del dandy aquel que se lucía en los bailes.

Joxe Polka, el pregonero del pueblo. Que en en euskera lo hacía de maravilla pero cuando el bando lo tenía que dar en castellano, armaba una buena.

«Mira Juanmari», le comento. «Mira lo que dice Guillermo de Joxe Polka en sus memorias.

«Cometía tal cantidad de meteduras de pata que provocaba hilaridad para todo el día. Había incluso veraneantes que le daban cinco pesetas para que pregonara cualquier cosa sólo por el placer de escuchar sus traducciones. Un verdadero espectáculo que constituía una de las mayores atracciones del veraneo ondarrés.

Un día, en ocasión de que en nuestra casa se había recibido una partida de patata nueva, mi madre le encomendó pregonara la llegada de esta mercancía. Como de costumbre, en vasco, lo hizo perfectamente. Al expresarse en castellano, quedó de esta manera la traducción:

«¡Anunsio!», unos golpes de tambor. ¡»Patata nueva se ha «erresibido» a «quinse séntimos » kilo. Y el que quiera tomar por saco, que vaya a casa del «Pasajero»!

Llegamos al frontón. Pronto se supone que aparecerían. Desde la cancha encima de la pared izquierda se ve la iglesia con las gárgolas, los «kortxeleko mamuk», mirándonos amenazadoramente. El frontón empotrado en el casco urbano es como mucho para jugar a mano. «Juanmari. Cómo es posible que de dos pueblos como Ondarroa y Mutriku hayan salido tantos puntistas, le lanzo la pregunta.

 

«Y Ondarroa sin contar con un frontón para herramienta. Nosotros íbamos a Mutriku a ensayar, a veces alquilábamos el de Markina.

«Guillermo también empezó a ensayar en Mutriku», le digo. Le cuento la anécdota de Guillermo cuando perdió la pelota en una huerta próxima al frontón. Llorando de rabia se le acerca un antiguo pelotari llamado Galarraga –su hijo ensayaba con Guillermo– y le dice para consolarlo. «Toma esta pelota para jugar a cesta-punta. Sigue así. Tú vas a ser tan grande como Erdoza menor».

«Sabías que los padres de Guillermo eran de Mutriku», le comento a Juanmari. Esto último no le encaja o no quiere entrar en el tema… Yo tampoco lo sabía, le digo. Lo he sabido a través de esta gente de EITB.

Iriondo recibe una llamada, mientras habla me fijo en unas palabras que escritas en la pared izquierda, junto a la línea que señala cada cuadro, palabras indescifrables para mi.

«Se han entretenido rodando en Mutriku. Vendrán en unos minutos».

Las escenas que ibamos a grabar minutos después las íbamos a grabar en Mutriku. Juanmari se negó rotundamente. Un reportaje sobre Guillermo y grabarlo en Mutriku. Ni pensar. No tiene ni pies ni cabeza. Me lo explicó una y otra vez. «Iñaxio», me dice. «Es como si a una figura histórica del Athleti le quieran grabar y lo hagan en Anoeta. Eso no tiene por donde agarrar».

En esas apareció una furgoneta, aparcó cerca de la cancha. Bajaron de ellas varios personas con cámaras y diferentes artilugios. Uno de ellos no portaba nada. Enseguida lo reconocimos. Su parecido a Guillermo era extraordinario. Un poco más bajo, tal vez. El pelo oscuro, las facciones… Parecía un clon del As del jai-alai.

Una mujer a la que enseguida reconocimos nos vino a saludar con la sonrisa en los labios. Olga Gojeaskoa, presentadora del programa «Todos los apellidos vascos» que han estado emitiendo en ETB-2. Nos presenta al personaje protagonista de una de las emisiones que se podrán ver en la misma cadena de la televisión pública vasca. Si no me confundo, se titulará «Origenes», en la que diferentes personajes de orígen vasco indagarán en algún ancestro suyo.

Olga nos presenta a Guillermo Amutxastegi, nieto del gran Guillermo. Rondará los cuarenta años y es fruto de Gabriel, hijo este último del primer matrimonio de Guillermo. Vive en Cozumel (Méjico) y se dedica al sector del turismo.

Supimos que iba a estar una semana aproximadamente en Euskadi, grabando en los lugares donde el gran Guillermo vivió. Visitando a la familia, amigos o conocidos como era el caso nuestro. Alguien que se suponía algo que decir tenía del «Milagro de la pelota».

Nos sentamos cerca de la cancha en unas sillas prestadas de una cantina cercana. Una mujer ya mayor aparece a cierta distancia. Es Lorea, la prima carnal de Guillermo, me dice Juanmari. También les han grabado a ellos, días anteriores. La tal prima parece ser que se despachó sin filtros no dejando muy bien parado a la estrella del jai-alai. Cosas de familia.

Comienza la grabación. Olga, la presentadora, tiene tablas. Lleva con soltura la conversación. Guillermo, el nieto, es bastante duro de pelar. Más que mejicano parece de otra procedencia. Parece descolocado. Le cuesta entrar al trapo. No tiene el palique y la gracia que caracteriza a los mejicanos. Corta la grabación aquí; sigue allí. La grabación avanza a trompicones. Juanmari resume los últimos cinco años de Guillermo en Miami. Sus continuas visitas a la casa de ellos. Iriondo le muestra varias fotos en las que aparecen Guillermo y Gabriel, padre e hijo. De las palabras de Iriondo se desprende un halo de tristeza al comprobar cómo acabó uno de los grandes. Solitario y vivendo en una casa cedida por el Estado.

Salen a relucir los tópicos habituales sobre la vida de Guillermo. Ganó dinero a espuertas y lo fundió a la misma velocidad. «Mi aitona jamás tuvo una cuenta corriente en un banco», nos dice Guillermo nieto.

«Lo recuerdo que cuando yo de pequeño venía a visitarnos y me cogía en su regazo y jugaba conmigo».

Esta anécdota me trae a la cabeza una que cuenta el propio Guillermo en sus memorias.

En su casa había varios apopilos hospedados. Uno de ello era un forzudo, levantador de piedras llamado Arteondo. Por cierto, este Arteondo disputó dos desafíos muy sonados contra Aritza, abuelo del puntista compañero y amigo Joaquin Alkorta.

Guillermo cuenta como Arteondo le cogía entre sus enormes brazos y jugaba con él como con un muñeco.

Una de las encargadas de la grabación corta y se empeña que hablemos de glamour, los personajes que nos visitaban en los frontones. Mola mucho hablar de Esther Williams, de Babe Ruth, Cantinflas, Agustin Lara… todos ellos compartieron vivencias con el gran Guillermo. Con no poco esfuerzo cedemos y comentamos lo típico sobre ello. Guillermo nieto permanece en silencio. En uno de los cortes Olga comenta la relación del gran Guillermo con su padre.

«Tremendo», le comento. Esa escena en el frontón Méjico. Guillermo acaba de hacer un tanto espectacular. El público puesto en pie le ovaciona. Guillermo busca a su padre. Espera una reacción en acorde al momento. Nada. Su padre fuma un cigarrillo, impasible, ninguna emoción. Qué no le haría sufrir a su padre, les comento. Estando jugando en La Habana, coge y se va de vacaciones a Miami a correrse las grandes juergas. Mientras, su padre se queda en La Habana. Él e Ituarte pasean juntos, van pescar juntos. Ituarte, «Patacón», discreto, humilde, la antítesis del ondarrutarra.

Finaliza la grabación. Nos despedimos de Guillermo nieto. Al día siguiente volverá a Cozumel. Ondarroa quedará atrás. Parte de sus raíces están ahí. Veremos el programa en junio, tal vez en septiembre. Siento curiosidad cómo quedará.

Regreso por la Alameda con otro de los grandes, con Juanmari Iriondo. Hace buen tiempo y la Alameda está concurrida. Saludo a una de sus hijas. Es cuñada de Paulín, el tío de Gorane, tu nuera y Papardo, todo orgulloso me muestra a su nieto, rubio como un escandinavo.

«Sure semi bai intelijenti» (tu hijo sí inteligente), por casarse con una ondarrutarra. Nos reimos.

Avanzamos, le señalo los barcos pesqueros que todavía continúan con la descarga de pescado, la costera de anchoa este año está siendo excelente.

Con cara de resignación me dice: «Todos son santanderinos, asturianos, gallegos»… Ondarrutarrak bapez (Ninguno de Ondarroa).

 

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