Más de cien, Bandini, más de cien…

Es una pena, Bandini, que hubieras tenido que marcharte de vuelta a Los Angeles de prisa y corriendo. Pero lo primero son las obligaciones y una de las tuyas es cumplir con tu misión de escritor consagrado. Cuando estés inmerso de lleno en tu taller de escritura creativa para » amas de casa mayores de 65 años», nosotros, el sábado que viene, día 20, estaremos celebrando la comida anual de los expelotaris puntistas. Si, en Markina, como siempre. Como no puede ser de otra manera.

Más de una vez te he hablado de esta celebración. Siempre me dijiste que algún año te hubiera gustado estar presente. Son una pila de años que, ininterrumpidamente, se viene celebrando.

¿ Te imaginas? Más de cien expelotaris de distinta procedencia. Algunos de ellos residen fuera del Pais y aprovechan las estancia para acudir a la comida. De hecho, este año se ha adelantado una semana para que coincidan los que viven en la diáspora y vienen de visita.

Me has oido hablar tanto de esta celebración que no me extraña despertara tu curiosidad y deseo de estar presente. Dónde y en Markina, me solías decir. Te hacía gracia que a su frontón le llamen la «Universidad». Y entonces yo te explicaba que por ese frontón habían pasado cientos y cientos de pelotaris y la mayoría de ellos se dispersaron por los frontones de todo el mundo. Y tú me decías, «entonces no sería más apropiado llamarlo la «Factoría». No te falta razón.

Oye, Bandini, no sería un puntazo que un año de estos, el día de la comida, por la mañana, dieras una conferencia sobre este tema. ¿Por qué de esa zona, la de Markina, han salido tantos y tantos puntistas en comparación con otras zonas? Ya se que lo tuyo es la literatura, pero un ensayo, una mirada desde la distancia, con esa frescura que da el no estar contaminado. Sí, Bandini, sería un puntazo.

En la casa de cultura, junto a la «Universidad»‘, lo estoy visualizando: CONFERENCIA A CARGO DE ARTURO BANDINI, ESCRITOR CONSAGRADO DE LOS ANGELES. Con mayúsculas, y como título: «De la Universidad al mundo»… ¡Tremendo, Bandini, tremendo!

Sí, eso es, una conferencia y no una misa en recuerdo a los colegas fallecidos como viene siendo habitual los últimos años. ¿A quién demonios le interesa una misa? En todo caso una kalejira de chiquiteo por las retorcidas calles del casco viejo. Seguro que un ateo como tú, Bandini, que no cree en Dios pero que a veces le echa en falta, –como me comentaste en cierta ocasión que llevabas unos tragos de más– seguro que estarás de acuerdo en que mejores alternativas son la conferencia o bien el chiquiteo.

Antes de que se me olvide. Un lector leyó mi último artículo y pensó que tú eres un pelotari o alguién que lo fue. Te hará ilusión leer esto último. Preguntaba: «¿Quién es este Bandini… Dónde jugó?»

Estoy viendo tu sonrisa de oreja a oreja. Tú, que siempre me comentaste de no haber sido gran escritor te hubiera gustado ser jai-alai player. De los de tu época. La de Tijuana. Cuando érais más pobres que las ratas e íbais tú y Bukowski en su viejo Cadillac de color negro con la gasolina para la ida pero no para la vuelta. Como aquella noche que coincidisteis los dos, y alguna de las figuras de Hollywood como Jack Palance, Burt Lancaster y el cómico Jimmy Durante, el de la nariz tan larga que alguno se empeñó en que la midieran junto a la del pelotari Piston II, par ver cuál era más larga.

Fue idea también de Pistón, el primo del fenómeno, quien se empeñó en que las tres estrellas bajaran a la cancha e intentaran, cesta en mano, lanzar la pelota contra el frontis. Cuando llegó el turno de Jack Palance ocurrió que su mano era tan grande que no le cabía en el guante de ninguna cesta. Agarrandola por la manopla consiguó, es un decir, lanzar la bola unos metros. Con tal mala fortuna que enganchó hacia la pared izquierda y por poco le saca un ojo a Burt Lancaster.

Menos mal, Bandini, –esto me lo contaste tú– pasado el susto, entre risas, ellos se fueron al «Chiqui Jai» ha echar unos tragos. Y vosotros os fuisteis derechos al hipódromo a apurar los dos dólares que os quedaban.

La comida de la que te hablo no es nada ostentosa. No hay en ella discursos ni placas ni homenajes. Para ahora, después de tantos años, ya conoces a los vascos. Somos el colmo de la discreción. Tras los saludos de rigor. Nos sentamos, eso sí, todos los años, más o menos, cada cual en su sitio y con los mismos amigos de siempre. Los de Mallorca, Palm Beach, Dania, Bridgeport etc. Somos muy predecibles. Estoy seguro se que siempre ha sido así. En La Habana, en Shanghai o en Manila. Se da una química entre la distinta gente y sirve de pegamento.

Siempre he pensado que cada uno de nosotros tiene una historia que contar y merece la pena conocer. Nosotros también, Bandini, como tú que abandonaste Colorado para buscar la fama como escritor en California. Que viviste en pensiones de mala muerte. Como aquella de Bunker Hill donde la señora de la pensión te negó la estancia porque eras de origen italiano. «Aquí no admitimos ni mejicanos ni judíos tampoco». Nosotros también nos enamoramos en algún momento de una princesa azteca de sandalias de cuero descoloridas, de tez oscura y ojos más negros que la noche, que trabajaba en un bar donde servían un cafe horrible. Nos sentimos desarraigados como los cientos y cientos de americanos que buscan en California el sol y un mejor vivir. Pero no estábamos solos. El pelotari siempre ha tenido el amparo del grupo. Donde quiera que haya ido. No hemos sido los tipicos emigrantes con maleta en mano ni nos hemos aventurado sin saber a donde íbamos, qué nos esperaba. A través de los años hemos comformado un ADN, una identidad colectiva, que permanece en nosotros hasta que desaparecemos. Tal vez sea la razón del por qué se sigue organizando esta comida anual, y otras como la de Tampa, Orlando, etc.

Pues nada más por hoy, Bandini. Suerte con tu taller de escritura creativa. Afortunadas las amas de casa mayores de 65 años que asistan al taller. No saben la inmensa suerte que es tener a alguien de tu talla impartiendo una clase magistral. A nosotros, el sábado día 20, a mi al menos, nos gustaría tenerte con nosotros.

¡Más de cien, Bandini, más de cien..! Y, seguimos vivos.

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